María y yo aprovechamos el pasado puente del 1 de Mayo para hacer un pequeño viaje desde Vigo y conocer la comarca de El Bierzo y alrededores. La visita no nos defraudó en absoluto: los precios, el paisaje, los lugares, los museos, la gente y la gastronomía fueron gratamente sorprendentes.
Salimos durante la mañana del sábado y llegamos a los bungalows del camping municipal de Lillo del Bierzo para comer. Excelente trato y muy bien de precio, al menos comparado con los campings de las Rias Baixas.
El sábado por la tarde fuimos a Las Médulas, las ruinas de un monte horadado y derruido a causa de la actividad minera de los antiguos colonizadores romanos. Un paisajo hecho de arcilla y lleno de túneles y galerías que le dan un aspecto irreal y nos transporta a otro planeta. Esa noche nos acercamos hasta Ponferrada. El castillo iluminado es sorprendente.
El domingo por la mañana decidimos conocer Ponferrada con algo más de tiempo. La ciudad resultó ser más grande de lo que había imaginado. El castillo templario, aunque restaurado, está vacío por dentro y sólo hay una enorme explanada y algunos patios interiores. Las vistas desde la torre son magníficas.
Visitamos también el Museo de Ponferrada, donde aparece reflejada la historia de la ciudad, desde la época romana hasta nuestros días. Nos quedamos con ganas de ver el Museo de la Radio y el Museo del Ferrocarril. Tuvimos bastante suerte, porque ese día la entrada a los monumentos y museos era gratuita. 🙂
A mediodía viajamos hacia Astorga, para comer y conocer brevemente la ciudad. Lo más característico es la catedral, aunque el palacio de Gaudí que hay al lado también es digno de ver. Nos quedamos con las ganas de visitar el museo del chocolate, pero bueno, otra vez será.
Por la tarde nos desplazamos hasta León, donde pudimos ver los restos de la muralla, la catedral gótica y la calle principal (no recuerdo el nombre, pero en cada ciudad hay una, en Vigo es la calle del Príncipe), la iglesia de San Isidoro y otro palacio hecho por Gaudí. Este hombre está en todas partes, además de ser un genio…
No nos quedamos mucho más, porque queríamos volver al camping antes de que se cerrara la noche. En el viaje de vuelta aprovechamos y paramos en Castrillo de los Polvazares, un pueblo muy pintoresco que tiene todas las calles empedradas. María se quedó con las ganas de probar el cocido maragato.
A la noche, ya de vuelta, visitamos Cacabelos, famoso por su “movida” y por ser el pueblo de origen de la cadena de restaurantes “Prada a Tope”. Allí probamos una de las especialidades de la casa: tortilla de patatas con pimientos del Bierzo.
Éramos conscientes de que el lunes era el último día, y no queríamos marcharnos sin haber visto las cuevas de Valporquero, al norte de León. Teníamos dos opciones: dar un rodeo por autopista o ir por carretera provincial. Escogimos la segunda, y la verdad es que llegamos por los pelos a la última visita, pero mereció la pena. Por el camino pudimos ver las explotaciones mineras de carbón a cielo abierto, disfrutar de un hermoso cañón montañoso y hasta encontrarnos con una réplica del puente de Rande en mitad de ninguna parte. Las cuevas eran enormes, demasiado grandes para el flash de la cámara, pero aún así nos llevamos un buen recuerdo de ellas.
Y eso fue todo. Al terminar la visita, emprendimos el regreso. 400 kilómetros de vuelta que merecieron la pena. Lo peor de todo: las carreteras… o más bien nuestro sentido de la orientación. En todos los desplazamientos (sin excepción!) nos perdimos al menos una vez y tuvimos que recurrir al mapa y deshacer parte del camino.